La isla Royale, perteneciente a Michigan (Estados Unidos) aunque próxima
a Canadá, emplazada en los Grandes Lagos, viene a ser la piedra de
Rosetta de la ciencia de la ecología. Fue allí donde la teoría dinámica
del ecosistema pudo ilustrarse con un ejemplo empírico, mediante los
altibajos que las poblaciones de abetos, alces y lobos fueron sufriendo
hasta alcanzar su equilibrio en la cadena trófica.
Por Camilo José Cela Conde (Diario de Mallorca)
La historia es harto
conocida: cuando los alces llegaron a la isla terminaron casi con la
vegetación existente sufriendo, en consecuencia, hambrunas tan severas
que les llevaron al borde de la extinción. Menos alces significaban el
turno para los abetos de repoblar la isla permitiendo, a su vez, que los
alces volvieran a abundar. Tras varios vaivenes que amenazaban con el
desastre „la desaparición simultánea de vegetación y herbívoros„, un
invierno lo bastante severo como para que el lago se helara hizo que los
lobos llegasen y ese tercer nivel trófico de predadores permitió lograr
lo que en términos técnicos se conoce como un ecosistema bien
apacentado, es decir, en equilibrio.
La revista Nature acaba de
hacerse eco de la alarma ante la posibilidad nada remota de que la
situación de equilibrio se rompa. Décadas de aislamiento han llevado a
que los lobos vayan empobreciendo su diversidad genética hasta sufrir
enfermedades que han hecho disminuir su número de forma muy seria. Otras
veces ha sucedido, llevando a alteraciones profundas de toda la cadena
trófica. Entre 1988 y 1991 los lobos disminuyeron de forma drástica su
población; pues bien, los abetos „la principal fuente de alimento de los
alces„ siguieron ese declive de tal suerte que si a comienzos del
último tercio del siglo XIX había un 46% de árboles, en la década de
1990 se pasó a un exiguo 5%. No es de extrañar que, con sólo diez lobos
avistados este año, los ecólogos teman que su extinción quede cerca.
¿Qué hacer para evitarlo? Ahí, los especialistas difieren. tenemos
demasiadas muestras de los desastres ecológicos que los humanos, a veces
llevados por la mejor voluntad conservacionista que haya, somos capaces
de provocar. Tal vez incluso la propia naturaleza ayude; los temporales
de frío y nieve que están azotando América del Norte este invierno han
conducido a que la isla Royale vuelva a estar unida por un puente de
hielo a la zona canadiense del continente. Podría ser que ese camino se
aprovechase otra vez para la llegada de nuevos lobos capaces de
incorporar nueva savia genética. Pero como advierten los expertos
consultados por Nature, también puede suceder lo contrario: que los
pocos lobos que queden en la isla la abandonen.
Quedar en manos de la selección natural parece ser la alternativa más sabia; al fin y al cabo, fue capaz de llevar la vida del planeta hasta donde se encontraba antes de que la explosión demográfica humana lo pusiera al borde del colapso. Pero si yo pudiese ayudar a los lobos me sería muy difícil dejar de hacerlo.
Enlace a la noticia:
http://www.diariodemallorca.es/sociedad-cultura/2014/02/15/lobos-solitarios/911276.html
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