Recientemente se está hablando mucho del valor del lobo vivo como
motor económico que puede ayudar a los habitantes del mundo rural, sobre
todo en la Sierra de la Culebra, Zamora, donde el Cluster de empresas
denominado “Interior Legendario” está poniendo ese valor por encima de
cualquier otro, como hemos visto recientemente en Fitur.

El problema es que en España no existe una legislación que regule este creciente turismo entorno al lobo, y como es de costumbre, estamos empezando la casa por el tejado, impulsando un turismo, sin regular el mismo, sin ver hasta qué punto ese turismo puede ser un problema añadido a la especie, o realmente es un elemento que ayude a su conservación.

El lobo es una especie altamente perseguida, no solo en España, sino por todo el planeta, esto ha convertido al animal en un auténtico especialista a la hora de evitar al ser humano, aunque no siempre tiene éxito.
La presencia del ser humano en los territorios en donde aún habita el lobo, supone en la especie conductas de evitación, conductas que pueden acarrear problemas para la misma ya que pueden interrumpir otras conductas:
Por desgracia, no son pocas las empresas de turismo lobero que nos muestran fotos realizadas a lobeznos a distancias inferiores a 500 metros (incluidas en sus ofertas turísticas loberas), sin valorar posibles consecuencias para esos lobeznos ya que mientras ellos los están observando, la madre podría retrasar su vuelta. Un dato curioso, en los Parques Nacionales de EEUU, en donde no se les caza, la distancia legal para la observación es de 1’5 km de distancia.
Pero esto no es todo, presuntamente, algunas empresas de turismo lobero, en ocasiones utilizan métodos poco éticos para asegurar el avistamiento de lobos a sus clientes, con el uso de cebaderos. Esto provoca otra serie de problemas en la especie como son:

Pero lo más importante de todo, y que parecen olvidar, es su papel fundamental en el mantenimiento de los ecosistemas:
Sobre la importancia de los grandes depredadores tenemos importante documentación científica, la más reciente William J. Ripple y col. 2014, Status and Ecological Effects of the World’s Largest Carnivores, pero se podrían citar otros estudios en donde se deja patente de la necesidad de preservar a los grandes depredadores como Werner T. Flueck, (2011) Predators`Effects on Ecosystem Entropy. Science y ESTES, J. A., TERBORGH, J., BRASHARES, J. S., POWER, M. E., BERGER, J. y col. (2011). Trophic Downgrading of Planet Earth. Science, 333: 301-306. El caso más conocido de la importancia de la presencia del lobo en un ecosistema lo encontramos en el Parque Nacional de Yellowstone. En 1918 fueron eliminados los grandes depredadores para proteger el número de ungulados del Parque Nacional de Yellowstone.

Durante este período, hubo muy poca regeneración de nuevos álamos temblones, sauces y álamos de Virginia. Las poblaciones de alces empezaron a mostrar un aumento marcado en megafauna coja o enferma. Al no temer a los lobos, los alces pastaban dondequiera, y, durante décadas, procedieron a alimentarse de -y matar- todos los individuos jóvenes de álamo de Virginia que crecían en las riberas de los arroyos. Esto trajo como consecuencia la erosión de las riberas de los arroyos, y el aumento en la temperatura del agua.
Para los 90, el gobierno federal había cambiado radicalmente su opinión sobre los lobos. Los científicos decidieron traerlos de nuevo al área en 1995. El U.S. Fish and Wildlife Service trajo 15 lobos grises de Canadá. Los lobos se desarrollaron, y, ahora, hay más de 300 de sus descendientes viviendo en Yellowstone. Ahora, los lobos influyen sobre los alces a través de la mortandad directa: han estado cazando alces, y comiéndoselos. Ha habido un aumento en la regeneración del álamo temblón, el álamo de Virginia y el sauce. Esto ilustra cómo los lobos, también, influyen en los alces a través de medios no letales. Por lo visto, el temor de ataques por parte de los lobos evita que los alces se alimenten de los árboles jóvenes en zonas del dominio de los lobos, y que frecuenten los arroyos. Además de beneficiar a más de 25 especies en Yellowstone. Los cuerpos de los alces muertos por lobos son consumidos por otros carnívoros.
La presencia del lobo en la Península Ibérica debería ser un motivo de orgullo, pues se trata de una joya para nuestros ecosistemas, por este motivo debería ser objeto de protección en toda la Península pero tan solo en Portugal la tienen, mientras en España, a pesar de que al Sur del Duero es considerada especie protegida, se le caza igualmente por medio de los famosos “controles poblacionales”, sin contemplar otra alternativa. Algo que podemos comprobar con las declaraciones a primeros de febrero, de la consejera de Agricultura y Ganadería de la Junta, Silvia Clemente, donde ha manifestado: «hemos planteado a la consejera y al ministro que se busquen fórmulas ante la Unión Europea para que el lobo pueda ser una especie cinegética al sur del Duero, guardando los equilibrios del ecosistema» (Diario de Álava).

Efectivamente, un turismo bien llevado, puede ayudar a su conservación, ya que el lobo puede generar una serie de ventajas:
Pero como se dijo en un principio, ese turismo debe velar por la conservación de la especie y jamás olvidar el prefijo “eco”, ya que en vez de hablar de ecoturismo, estaríamos hablando de un turismo disfrazado con el manto verde de la naturaleza.
Artículos de Opinión: Jota Ce -09-02-2014
Enlace a la noticia:
http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article63865
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