A vueltas con el Lobo.
Un reportaje producido por el programa El Escarabajo Verde, del año 2006.
El lobo es un animal
controvertido. Los conservacionistas lo defienden como el único
regulador natural de determinadas especies silvestres en nuestro país.
Los ganaderos no lo quieren ni ver porque causa estragos en sus
rebaños. Los cazadores lo consideran una alimaña que les disputa sus
piezas de caza. Y en medio, las administraciones intentan equilibrar
las exigencias de los distintos sectores.
El lobo ibérico sufrió un
retroceso importante hacia los años 60. Su presencia se redujo a los
montes gallegos, zamoranos y leoneses y a puntos de la cordillera
Cantábrica y Pirineos. Pero el paulatino abandono de la ganadería de
montaña ha permitido que se extienda de nuevo por algunas zonas en las
que su existencia ya se había olvidado. Ahí, los rebaños ya no van
protegidos como antaño y son presa fácil del mayor depredador de
nuestra geografía.
No pasa lo mismo en los
territorios en los que el lobo siempre ha estado presente. En estos
lugares los ganaderos siempre han estado con la guardia en alto. Así
pues, la percepción del hombre respecto al lobo no es la misma en una
zona que en otra. En el caso de Castilla y León, por ejemplo, no tiene
nada que ver el rechazo hacia el lobo en las sierras del Sistema
Ibérico, donde hacía décadas que no había atacado a los rebaños, con la
coexistencia que se ha conseguido en la sierra zamorana de la Culebra,
en donde incluso se empieza a pensar en él como un atractivo
turístico.
El ancestro de nuestros perros domésticos se ha pasado la vida huyendo del hombre. Sus fauces se han convertido en mito, en leyenda, en la encarnación del mal. Y poco importa que sanee la población de ciervos y jabalíes, a veces más dañinos que él mismo. Los cazadores también le tienen ganas. Y si hasta ahora podían llevárselo como trofeo en las cacerías reguladas al norte del río Duero –estando protegido al sur de este límite- la Junta de Castilla y León espera recibir el visto bueno de Bruselas al Plan de Gestión que prepara para poderlo cazar en toda la comunidad.
El ancestro de nuestros perros domésticos se ha pasado la vida huyendo del hombre. Sus fauces se han convertido en mito, en leyenda, en la encarnación del mal. Y poco importa que sanee la población de ciervos y jabalíes, a veces más dañinos que él mismo. Los cazadores también le tienen ganas. Y si hasta ahora podían llevárselo como trofeo en las cacerías reguladas al norte del río Duero –estando protegido al sur de este límite- la Junta de Castilla y León espera recibir el visto bueno de Bruselas al Plan de Gestión que prepara para poderlo cazar en toda la comunidad.
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